– Dios: el padre estricto originario.
– Sistema moral: Preservar y extender el sistema moral conservador es la máxima prioridad.
– Economía: los ricos tienden a ser buenos, una élite natural.
– Gobierno: los programas sociales son inmorales.
– Educación: sirve al objetivo de preservar y extender la moral conservadora.
– Salud: responsabilidad de los individuos, no de los contribuyentes.
– Matrimonios entre personas del mismo sexo, y aborto: no encajan con el modelo de padre estricto.
– Naturaleza: recurso para la prosperidad, en beneficio humano.
– Corporaciones: trabajan con la máxima eficacia.
– Regulación: la regulación gubernamental interfiere en la marcha de la libre empresa y hay que minimizarla.
– Derechos: consecuente con la moral.
– Democracia: según los valores del padre estricto.
– La guerra cultural: La moral del padre estricto define lo que es una buena sociedad.
En tanto que, para Lackoff, las ideas progresistas son:
– Valores: preocupación por los demás y responsabilidad; protección, realización en la vida, justicia; libertad, oportunidades, prosperidad; comunidad, servicio, cooperación; confianza, honradez, comunicación abierta.
– Principios: equidad, igualdad, democracia, gobierno para un futuro mejor, negocios éticos, política exterior basada en valores
– Direcciones de la política: Economía basada en la educación, salud par todos, sistema educativo público vivo, apoyo a la primera infancia, entorno limpio, saludable y seguro, preservando la naturaleza, energías renovables, gobierno abierto, eficaz y justo, igualdad de derechos, protección a los consumidores, a los trabajadores, a los jubilados y a los inversores.
Todo este debate puede parecer distante a nuestra cultura, y sin embargo la semana pasada el Congreso aprobó el pasado día 19 de diciembre la supresión de dos artículos del Código Civil (154 y 268), mediante los cuales los padres y tutores podían “corregir razonable y moderadamente” a los niños que tutelen. Quienes votaron a favor quieren evitar “interpretaciones que avalaran el castigo físico”. Quienes se opusieron (PP, CiU, PNV) lo hicieron con los siguientes argumentos:
-Lourdes Méndez (PP): con esta iniciativa se deja a los padres sin potestad para reprender a los hijos.
-Jordi Jané (CiU): este proyecto de ley no es el mejor cauce para modificar el código civil.
-Margarita Uría (PNV): la corrección razonable y moderada no quiere decir que se ampare la violencia física.
Más curiosos fueron los titulares. ABC: Papá no podrá pegar cachetes. La Razón: El fin del cachete amenaza la autoridad de los padres. El Diario Montañés: Ya no habrá más cachetes. El Mundo: Una reforma legal para evitar la interpretación permisiva de los cachetes a menores. La Vanguardia: El dilema del cachete. El País: El congreso suprime el “cachete” correctivo de padres a hijos. Público: El Congreso aprueba que se elimine el “cachete” a los hijos.
Para interpretación extrema, el artículo “Machetes y cachetes”, firmado por Antonio García Barbeito en el ABC de Sevilla (22-XII-07): “Como si tuvieran dos manos que nada tuvieran que ver entre ellas, como la frase bíblica «que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha», pero en versión macabra, o sea, que tu mano izquierda, que es con la que se supone que podías darle un cachete a tu hijo, porque tu hijo, con ocho años, te ha metido los dedos en los ojos, ha tirado el televisor, ha cogido un mechero y le ha metido fuego a la cortina, ha tirado a la calle, por la ventana de su cuarto -y vivís en un octavo-, dos pizarras, una caja de hojalata, seis coches y dos pares de patines… ¿Un cachete? Pues vas aviado. Esa mano izquierda, que siempre fue tan socorrida para un revés, ahora no puede moverse, no puede levantarse para amagarle un cachete al niño, a tu hijo, criatura de siete años, que acaba de rayarte el coche nuevo con un cortaúñas, porque al niño le ha salido de sus mismísimos. Esa mano, la izquierda, no puede saber, además, lo que hace la otra, porque la otra, cuando tú no lo ves, se lleva toda la libertad de la izquierda y aun más. Si la mano izquierda no puede ni siquiera pensar en un cachete, la derecha se permite, a escondidas, coger un machete y descuartizar fetos de hasta ocho meses de gestación, o sea, niños con el tiempo casi cumplido en el vientre de su madre. Eso hace la mano derecha, pero a la izquierda no se le consiente ni un mal calentón. Y esa libertad la tiene la mano derecha con seres inocentes, que no quiero imaginar si un feto pudiera ser travieso. Ya ven, para el aborto, machete de carnicero destrozando una vida; en casa, mano guardada, porque si esa mano se nos va y le damos un cachete al niño que acaba de romper por gusto los cristales de la ventana y de tirar desde la terraza a la calle cuatro macetas, entonces, ay, amigo, entonces el monstruito que tenemos en casa llama por teléfono, nos denuncia y podemos desear el futuro de los fetos que machacan. Como el niño sea un poco hijoputa, un niño de estos que salen más atravesados que todas sus mulas, un niño inteligente y capaz de montar una historia de paliza paterna, un niño que sea capaz de darse golpes con cualquier cacharro y decir que son puñetazos del padre, entonces, mejor será meterse a terrorista.
Y la mano derecha machacando fetos. Si alguien entiende algo de lo que aquí pasa en educación, libertad, convivencia, tolerancia, que me lo diga. Porque yo no entiendo que un cachete a un hijo sea más grave que machacar un feto de ocho meses y tirarlo por el desagüe. Aquí pasa algo raro: o yo soy un antiguo y un atrasado, una bestia parda, o alguien está empeñado en construir un mundo macabro y vendérnoslo por el ideal. Si el cachete para disciplinar al hijo es más grave que el machete para despiezar fetos de ocho meses, yo he perdido el norte. Pero, eso sí, con el norte perdido, digo a voces que otros han perdido los cuatro puntos cardinales.”
Me considero social-liberal, en línea con Jovellanos en la Constitución de 1812 o Salvador de Madariaga como “tercera vía” en 1936. Por tanto, aborrezco la violencia física por pequeña que sea. Pero eso no significa permisividad. Los padres hemos de saber inculcar la responsabilidad a través de la autoridad moral, de unas reglas, de cuidar (estableciendo unos límites) sin mimar. Un padre no es “el mejor amigo de su hijo”. Es otra cosa. Es mucho más: un modelo de afecto y de ejemplo. El liderazgo en casa ha de ser como el de cualquier colectivo: versátil. Ha de incluir mandar (con respeto) y cohesionar, orientar y pedir sugerencias, dar ejemplo y reforzar las buenas conductas. Ni la dictadura ni la anarquía: la civilización.