La clave, según estos dos economistas, es que los potencialmente violentos se van al cine o ven pelis agresivas en su casa y así no delinquen (el estudio puede leerse en la siguiente página web: elsa.berkeley.edu/~sdellavi/wp/moviescrime07-12-20.pdf). En 58 páginas, analizando las películas violentas de 1995 a 2004, “demuestran” que la audiencia de una película violenta de un millón de personas reduce los delitos violentos entre el 1’1 y el 1’3%.
Un resumen de la presentación apareció en The New York Times, La Nación y ayer en La Gaceta.
Con todo respeto al trabajo de investigación, el resultado me parece ridículo. Según Craig Anderson, director del centro de estudios de la violencia de la universidad de Iowa, hay cientos de estudios que demuestran precisamente lo contrario: que la violencia en los medios fomenta el comportamiento agresivo.
Precisamente el Plan Nacional contra las Drogas de nuesro país insiste en sus anuncios más recientes en que los ciudadanos no podemos tomarnos las drogas como algo banal; insisten en que no nos acostumbremos a ellas. Lo mismo debería ocurrir con la violencia. Acostumbrarse a ella es lo menos civilizado… y lo más peligroso, por más que algunos cinesatas ganen mucho dinero con ella.