Espléndida jornada en Barcelona. Con Julián, un compañero en las labores de consultoría experto en procesos de negocio, y dos directivos de RRHH pertenecientes a una conocidísima multinacional, presente en nuestra vida cotidiana, hemos estado trabajando en el proyecto de transformación de la compañía a cuatro años. Hemos formado una pequeña “Comunidad de práctica” de la que estamos muy satisfechos.
Precisamente el libro que he leído hoy es Cultivando comunidades de práctica, de Etienne Wenger, Richard McDermott y William Zinder. Wenger creó el concepto “comunidad de práctica” en 1991, en la obra Situated Learnig: Legitimate Peripherical Participation, de la que es co-autor con J. Lave.
Una comunidad de práctica se define como “un grupo de personas que comparten una preocupación, un conjunto de problemas, o una pasión sobre un asunto y que profundizan su conocimiento y sabiduría en esa área interactuando de una forma más o menos sistemática”. Las personas que la forman no tienen necesariamente que trabajar juntos cada día, pero sí que compartir situaciones, aspiraciones y necesidades. Aunque el concepto es relativamente nuevo, abundan las comunidades de práctica a lo largo de la historia (el sociólogo Emile Durkheim las estudió bien).
Las comunidades de práctica tienen muchas formas: grandes o pequeñas (en número de integrantes), longevas o efímeras, de cercanía o distribuidas, homogéneas o heterogéneas, corporativas (dentro de una unidad de negocio o de una empresa) o transfronterizas, espontáneas o intencionadas, irreconocidas o institucionalizadas… Pero siempre cuentan con tres elementos: un dominio (identidad común) de conocimiento, una comunidad de personas y una práctica compartida (modelos, ideas, herramientas, información, lenguaje, historias, documentos). ¿Hay un tamaño? Según los autores, el que asegure una masa crítica sin inhibir la interacción (confianza, apertura): entre 15 y 50 personas.
1. Diseño para que evolucione convenientemente
2. Diálogo abierto sobre perspectivas internas y externas
3. Distintos niveles de participación (coordinador, núcleo, activos, periféricos, externos)
4. Desarrollo de espacios públicos y privados de la comunidad
5. Foco en el valor
6. Combinar familiaridad e ilusión por el reto
7. Creación de un “ritmo” (ni muy lento, ni exageradamente rápido)
Ejemplos de comunidades de práctica podemos encontrarlos en Shell, Toyota, Chrysler, Hewlett-Packard, Colgate-Palmolive, McKinsey… Una figura esencial en esta era del conocimiento y del talento individual y colectivo.