En el tren (tres horas hasta León desde Atocha) leo Contra la felicidad de Eric Wilson. Este profesor norteamericano reivindica la melancolía en nuestras vidas. Para él, la obsesión estadounidense por la felicidad puede destruir el impulso creativo. Se refiere a “una forma de felicidad que genera blandura e insulsez”, una felicidad “de centro comercial”. Nos recuerda las aportaciones de grandes melancólicos, como Marsilio Ficino, William Blake, Beethoven, Melvile, Kyats, Schiller, Bruce Springsteen, John Lennon, Joni Mitchell, Goya, Van Gogh., Newton, Freud, Napoleón. El autor se olvida de nuesro Quijote, el más grande melancólico.
Para el autor, promover la sociedad de la felicidad absoluta (la del Lexatin y las Blackberrs) es favorecer la cultura del miedo. Ahí queda eso.
“La mayor tragedia es vivir sin tragedia. Abrazar la felicidad es odiar la vida. Amar la paz es aborrecer el ser. La tristeza es una pista hacia lo sublime. El abrazo de la sombra atiza el corazón”, escribe Wilson.