

El Diccionario de la Real Academia define “Incertidumbre” como “falta de Certidumbre” y “Certidumbre” o Certeza como “Conocimiento claro y seguro de algo” (muy difícil en los tiempos que corren) y “”firme adhesión de la mente a algo cognoscible, sin temor a errar” (rigidez). Estos tiempos exigen de nosotros que no busquemos culpables, sino que nos cuestionemos lo que sucede a nuestro alrededor y apelemos a la Responsabilidad (capacidad de respuesta). He comentado, por ejemplo, la decisión de Ferrán Adrià manifestada ayer de cerrar ElBulli durante dos años (2012-2014). Los contertulios de “Espejo Público” (Antena 3) comentaban esta mañana que si estaba candado, si había ganado mucho, si su comida es sofisticada… Lo importante no es lanzar hipótesis sobre por qué Ferrán lo ha hecho, sino aprender y aplicar su decisión (la necesidad de reinventarse antes de que te obligue el mercado) a nuestras propias vidas.
He recordado que Crisis es un término latino aplicado a la medicina (el enfermo que entra en crisis sana o muere), que procede del griego ‘kritein’ (decidir) y éste del sánscrito ‘kri’: limpiar. Que esta es una crisis sistémica y he recomendado a los asistentes, que llenaban el salón de actos de ESIC Valencia, el libro El don de la felicidad de Christopher Jamison.
¿Qué certidumbres podemos tener en esta Crisis? El valor de la Confianza, de la Excelencia, de la Innovación y de la detección y desarrollo del propio Talento. Me he detenido, en este cambio de época, en lo que supone la era conceptual (el ejemplo de Avatar, la película más taquillera de la historia desde ayer), la economía conductual (las imágenes de la tragedia de Haití, con bomberos salvando vidas) y la irrupción de lo gratis (Google y compañía).
¿Negocios o empresas? Las empresas de verdad tienen lo que los consultores de McKinsey llamaron “las 7S”: estrategia, estructura, sistemas de información, cultura/valores, clima labora, estilo de liderazgo y empleabilidad. Los negocietes improvisan y son dirigidos por un patrón que actúa sobre la marcha. Y después me he centrado en el talento, en sus sucedáneos (la inteligencia, la apariencia, la decisión de un jurado, sea el Comité Nóbel de la Paz otorgando un premio prematuro o Karmele Marchante creyendo que merece ir a Eurovisión porque le han “votado” 125.000 espectadores). El Talento es poner en valor (de ahí que el marketing sea esencial) lo que uno sabe, quiere y puede hacer, y por ello se compone de capacidad, compromiso y el contexto adecuado, de disfrute, diversidad, dedicación y dominio. El Talento en una organización ha de ser equilibrado (Clase Creativa) y se desarrolla a través del coaching.
Después he diferenciado equipo de grupo, he hablado de los sucedáneos del equipo (el clan, la tuna, con implicaciones por ejemplo en muchas empresas familiares –que se dirigen como un clan- y en la baja calidad educativa –muchos claustros son “tunas”-). He hablado de jefes tóxicos y líderes resonantes (con los “diez pecados capitales de los jefes” que en su día escribiera mi amigo Leo Farache), del impacto del clima en los resultados (las investigaciones del prof. Roberto Luna) y de la inteligencia emocional.
Y una última certidumbre: las empresas que triunfarán en esta crisis serán meritocracias. Las que, además de contar con Dirección por Objetivos, disponen de perfiles de talento, gestionan el desempeño, desarrollan el liderazgo a todos los niveles, cuentan con un clima de satisfacción, rendimiento y desarrollo, promocionan de forma transparente, retribuyen equitativamente. Donde el mérito (el talento) triunfa.