1. Hacer una lista con aquellas personas a las que “no podemos perdonar”.
2. Expresar nuestros sentimientos.
3. Buscar los motivos de aquellos actos.
4. Escribir lo que podemos agradecerles.
5. Utilizar la fuerza de las palabras.
6. Escribir aquello de lo que queríamos disculparnos.
7. Escribir aquello que hayamos aprendido.
8. Declarar “le perdono”.
Apenas 100 palabras en un libro de una enorme fuerza. Efectivamente, el perdón y el agradecimiento son muy poderosos.
Nos situamos en el Londres de fines del XVIII, previo todavía a la Revolución al otro lado del Canal. En el corazón del Imperio británico el tráfico de esclavos desde África hasta el Caribe supone pingues beneficios para las compañías de las Indias y por ende para las arcas del Estado. La inmensa mayoría de la Cámara de los Comunes sanciona y avala está práctica. Muchos diputados poseen intereses particulares en las empresas navieras y forman parte de un lobby más o menos inconfesable. ¿Todos? No; hay un joven común William Wilberforce que desde el principio de su carrera política denuncia en su escaño la aberración que supone el transporte de personas estabuladas como si fueran ganado y el concepto mismo de esclavitud. Tiene, pues Wilberforce una visión muy clara: La esclavitud es un disvalor moral lamentable y como tal debe desaparecer. Ahora bien, la sola visión no basta. Los valores que proclama no son percibidos ni por la Cámara ni por la incipiente opinión pública británica. ¿Cómo hacer que la visión triunfe? En primer lugar soportando el fracaso. Sus proposiciones de ley son derrotadas una y otra vez. Pero soportar el fracaso no es triunfar. El liderazgo visionario de Wilberforce no parece, pues, bastar; hace falta un complemento directivo.
Y aquí entra en escena la extraordinaria figura de William Pitt, el Primer Ministro “tory” más joven de la historia de Inglaterra, con apenas 24 años. Pitt piensa en su fuero interno exactamente igual que su amigo el idealista Wilberforce: la esclavitud y el tráfico de esclavos es algo ciertamente intolerable. Pero la verdad y la convicción solas no sirven para cambiar el voto de trescientos comunes y la indiferencia de la sociedad londinense. Hace falta tiempo, mucha prudencia y una estrategia muy meditada. Al liderazgo visionario de Wilberforce, Pitt ofrecerá un liderazgo metódico, frío y calculador para lograr que en un plazo razonable pueda prosperar el objetivo de su diputado que es a su vez su objetivo secreto como Primer Ministro. En un momento dado le dice Pitt a su vehemente miembro de los Comunes: “En tanto que Primer Ministro te exijo cautela.” “¿Y en tanto que amigo?, pregunta Wilberforce. “Pues como amigo, que la mandes a paseo”, responde tajante Pitt. Y de estos dos liderazgos complementarios y amigables surgirá un plan de acción que nada tiene que envidiar a las mejores prácticas de Project Management.
A lo que se ve, no es nada fácil la meta. Para ello hay que planificar y diseñar cuidadosamente las diferentes fases del Proyecto. El gran problema será cómo vencer las resistencias que un cambio tal provoca en los sujetos “target” del Cambio –los diputados de la Cámara – y en el resto de la sociedad. A tal efecto y comandado por el propio Wilberforce se constituye un “comité de proyecto” compuesto por unas pocas personas: un esclavo liberado, un diputado arrepentido, un joven abolicionista y una activista. Las tareas se asignan y reparten en una demostración perfecta de verdadero “team-building”, transferencia de conocimiento y coordinación: recopilar información, sintetizar los datos, preparar las presentaciones ante la Cámara, identificar los mensajes clave, propagarlos, captar promotores del cambio e influenciadores, etc. Los matices son infinitos: Baste mencionar para el espectador los “speech” en el Parlamento como modelo de elocuencia y presentación eficaz.Para sostener la marcha de este Proyecto tan arduo, se celebra la consecución de los hitos intermedios y se comparten los fracasos y desviaciones en el calendario previsto. El Marketing más eficaz y persistente se confunde con una Gestión del Cambio eficiente y pausada. Y todo ello sin Power Point, Excel, ni diagramas de Gantt. Simplemente, aplicando una metodología sajona dirigida desde la Prudencia (Pitt) y el Entusiasmo (Wilberforce) y cimentada en el rigor y profesionalidad, durante quince años. Cosas que echamos de menos en nuestra gestión diaria de un proyecto, a poco que meditemos. El 25 de marzo de 1807, el Parlamento inglés declaró abolido el comercio de esclavos en todo su Imperio. Esto hicieron algunos hombres buenos con un objetivo común cada uno en su radio de acción e influencia, en pro de un valor moral objetivo –la dignidad humana- que estaba ahí y pocos alcanzaban a verlo. En estos tiempos de colapso moral en la economía y en la empresa, no estaría nada mal ver esta película que parece decirnos: “cualquiera puede ser como estos hombres y mujeres de buena voluntad y gran profesionalidad. Todos pueden serlo, quizá incluso tú misma, yo mismo.” No se la pierdan.”
Excelente crónica de una excelente historia. Aunque quedan muchas esclavitudes. Yoshinori Noguchi nos recuerda al final de La ley del Espejo: “De los 132 millones de niños que nacen anualmente en el mundo, 11 millones mueen antes de alcanzar los cinco años”. Una vergüenza para la raza humana, contra la que deberíamos luchar.