Luna Azul, luna llena de agosto esta noche. Los nativos americanos la llaman “del esturión”, porque al parecer es el momento en el que es más fácil pescar a estos actinopterigios (peces vertebrados) gigantes que pueden llegar a medir 10 metros y viven en aguas frías. Al parecer, esta luna nos afecta especialmente a las personas más emotivas (la e-moción, “impulso a la acción”, como dice David Serrato) y simboliza la abundancia: ideal para explicitar nuestras intenciones y “monetizar” (Andrés Pérez Ortega) la confianza en [email protected] [email protected] y en [email protected] demás. Caminemos a nuestro propio ritmo y no al que pretendan marcarnos los demás.
He estado leyendo ‘The Profit Paradox’ (La Paradoja del Beneficio), del economista belga Jan Eeckhout, profesor investigador en la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona y en la University College de Londres. Un trabajo pionero sobre el poder de mercado y sus efectos sobre el empleo.
El libro comienza con dos citas, una de George Orwell: “El problema de la competencia es que alguien gana” y otra de Adam Smith: “El trabajo fue el primer precio, la compra original./ el dinero que lo paga todo./ No fue el oro ni la plata, sino el trabajo./ con el que se compra toda la riqueza del mundo”. El inicio del capitalismo, con el economista escocés (que, nunca lo olvidemos, antes de ‘La riqueza de las naciones’ escribió la ‘teoría de los sentimientos morales’) y su fin con el “Gran Hermano” orwelliano.

En la primera parte, el profesor Eeckhout plantea los orígenes del poder de mercado. Los datos demuestran que la competencia perfecta se ha convertido en una ilusión y que los mercados los dominan unos pocos, alimentados por la fiebre de fusiones y adquisiciones. Algo coherente con lo que busca Warren Buffet como inversor y lo que nos propone Peter Thiel en ‘De cero a uno’. Te animo a ver esta presentación: mejor pasarse por audaz que por trivial.
La tecnología eleva la superioridad, en la oferta (Walmart o Inditex), en la demanda (plataformas), en el aprendizaje (coches autónomos) o en los intangibles, que crean ganadores. Así son las cosas. Pensemos en los GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft) o en los ATUNes (AirBnB, Tesla, Uber, Netflix). El mundo no puede vivir sin ellos.

En la segunda parte del libro, Jan Eeckhout explora las consecuencias de este dominio monopolístico al mercado laboral. Parte del economista húngaro Nicholas Kaldor y su teoría de los salarios (cuyo precedente es Samuelson y su “ley de Bowley”: la participación de la mano de obra medida en salarios respecto al PNB es una constante). Los precios de los bienes y servicios afectan a la dignidad de los salarios (lo sabemos muy bien en la Fundación Knowcosters, en la que distinguimos la sana eficiencia de la bajada de precios que lleva a una menor calidad y al sufrimiento de trabajadores y proveedores). El autor nos presenta “el poder monopsónico” (el monopolio del comprador, lo opuesto a la competencia perfecta) y “la economía de las estrellas”, como en la NBA, el fútbol profesional… o los CEOs. Unas pocas megaestrellas, procedentes de las universidades de prestigio, junto a la externalización. La desigualdad es hoy una “paradoja de Simpson” (no por los dibujos sino por Edward Simpson, el estadístico de Cambridge que demostró que una tendencia que aparece en una serie de datos desaparece si éstos se combinan de otra forma): a nivel mundial el mundo es más equitativo y hay menos pobres; en países como el nuestro, en nuestras ciudades, la desigualdad se dispara alarmantemente.

Adiós a la clase media, bienvenida la “job polarization”. Lo he contado muchas otras veces: la tecnología potencia el empleo (de alto valor añadido) y sustituye al trabajo (la robotización de lo rutinario). Eeckhout insiste en ello con profusión de datos. Es el mito del “reloj de oro” (el que recibían nuestros padres por trabajar durante décadas en la misma empresa). La duración media de los empleos son 4 años (y eran 3 en los 90). Otro mito es el de las start-ups, que suele ser autoempleo en el mejor de los casos (ya sabes que el 90% de los emprendimientos no llega al tercer año).
.png)
El profesor Eeckhout dedica la tercera y última parte del libro a buscar soluciones a esta convergencia entre monopolización de los mercados y consecuencias nefastas para el empleo. Cree firmemente que hay motivos para ser optimistas, especialmente con la pandemia. ¿Es el ocio el fin del trabajo? La economía colaborativa (Gig Economy) es una amenaza y también una oportunidad. Jan apuesta por la educación, como no puede ser de otra manera: “technological prgress favours the skilled” (el progreso tecnológico favorece a las personas preparadas).

La propuesta de Jan Eeckhout es volver a poner la Confianza (Trust) en las leyes antimonopolio (Antitrust). Buen intento. Como él mismo explica, hay un círculo vicioso (clarísimo) entre poder de mercado e influencia política. Los datos son un bien público, pero no se están usando como tales. El autor sugiere crear una Autoridad Federal para la Competencia.
En el epílogo, el profesor Eeckhout señala que es fácil echarle la culpa al capitalismo de que el desarrollo tecnológico deja la riqueza en pocas manos. Lo que ocurre es que el modelo está absolutamente agotado. O apostamos por el talento (por tanto, por la educación, por la creatividad y la curiosidad, por la inteligencia emocional, por la intuición, por ser protagonistas de nuestra vida y no meros espectadores) o estamos perdidos, individual y colectivamente.
Mi gratitud a Jan Eeckhout por este libro, en el que demuestra que es un gran investigador, un amante de la buena Economía y un acertado analista de tendencias.

Es cierto que el Dow Jones está en los 34.000 puntos cuando hace 40 años estaba en 10.000 y que la esperanza de vida de las compañías ha caído a la quinta parte (de 70 a 14 años), la desigualdad está en niveles previos a la I GM y los salarios reales han decrecido radiclamente. Esa es “la paradoja del beneficio”, la de la codicia, Como dice Jan, “la economía está enferma”. Lo propio de un cambio de era.
Creo que hay esperanza en las nuevas generaciones. Por ejemplo, en una película ahora en cartelera, Free Guy (El chico libre), protagonizada por Ryan Reynolds, que también la produce. Aparentemente, la historia de un empleado de banca obediente y buenecito que en realidad vive dentro de un ordenador, Free City.

En realidad, un relato de emprendedores, un tándem, al que ha timado un chalado de las empresas tecnológicas, de la importancia de asumir tu propia vida y de que el mayor riesgo es seguir las pautas que te dictan los demás. Eso es el Talento y [email protected] milenials y centenials ya lo han comprado. Te animo a ver ‘Free Guy’ en el cine, con todas las medidas de seguridad sanitaria, llevar a tus hijos y reflexionar sobre ella. Haré lo posible por que Zoe la vea con sus [email protected]. Da para un Cine Fórum Empresarial maravilloso.

‘Con uñas y dientes’, de Marlon. “Que voy con uñas y dientes,/ eso es lo que no ye esperabas./ No pretendo que lo entiendas,/ cuando yo no entiendo nada”. De nada.