Para acabar este 2021, la climatología nos regala los cielos más soleados de los últimos 40 años a estas alturas del año. Así es el equilibrio de la vida.

He estado leyendo ‘ANGRYNOMICS. La Economía del descontento social actual’, del experto en fondos Eric Lonergan (que ha estudiado en Oxford y la LSE) y el profesor Marc Blyth (Universidad de Brown), autor de ‘Austeridad: una idea peligrosa‘.

¿Por qué se han triplicado los niveles de ansiedad con la pandemia si, según los datos objetivos, Occidente se encuentra mejor que nunca? Porque la Política y la Ciencia Económica han tratado, a través de la polarización, de sacar ventaja del malestar.
Los autores parten de una famosa de Churchill: “Una persona es tan grande como las cosas que le sacan de quicio”, que se complementa con el confuciano: “El/la que domina su cólera domina a su peor enemigo”.

El libro se estructura en una introducción, cinco diálogos entre Erin y Mark y unas conclusiones.
De la economía (el gobierno de la casa, en griego), a la “e(n)conomía” (Angrynomics). Los autores ponen como ejemplo a Islandia, hundida en 2008 (se aprovecharon de este país nórdico los desaprensivos) y mejor que nunca en 2018. Sin embargo, sufrió numerosas protestas en 2017 por los “papeles de Panamá”: un escándalo, evasión fiscal a gran escala. Lo mismo ocurrió con los chalecos amarillos en Francia, o en Hong-Kong contra el gobierno chino. “La economía es un poderoso mapa del mundo”. Lo que ocurre es que “el mapa neoliberal” (Dani Rodrick) ha creado una desigualdad nauseabunda, con los CEOs retribuidos más de 100 veces más que el profesional medio. “La ira, la emoción más poderosa, se ha convertido en el puente entre los tecnócratas y la realidad”. La ira pública tiene dos caras: el haz (la indignación moral) y el envés (la ira tribal, identitaria). Trump, Brexit, partidos extremos en Alemania, Brasil o Ucrania, ultranacionalismo en Hungría o Polonia, colapso de los partidos de centro, populismo incoherente.
En el primer diálogo, Lonergan y Blyth tratan de entender qué es la ira. Una emoción útil (todas lo son) cuando no se saca de madre. Distingamos la ira pública razonable de la energía de las tribus luchando entre sí. Tenemos fanáticos en el fútbol y casi en todos los deportes, en la prensa rosa, en la política por supuesto. Identidad y moralidad tribal que establecen “lo correcto” y lo que no lo es. Es lo que en psicología se denomina “paradigma del grupo mínimo” (Henri Tajfel, psicólogo social polaco, en los años 70). La ira tribal está a un paso de la violencia tribal. Dos fuerzas en juego: las fuerzas políticas han bajado a la arena de lo táctico para movilizar electores y los medios de comunicación (amenazados por internet). Dos de los catetos del “triángulo oxidado”; el tercero son los expertos universitarios, que en general no han hecho su trabajo en pos de la verdad (como con Islandia en 2008, por cierto). Las “fake news” obedecen a motivos económicos.

En el segundo diálogo, los autores conversan sobre el populismo, que explota la ira de minorías hartas de la situación. En palabras del expresidente Trump: “Yo soy vuestra voz”. En su libro ‘La ira y el perdón’., Martha Nussbaum analiza la ira como respuesta a la percepción del mal. El midwest de EE UU, el norte de Inglaterra, los mal llamados PIGS han sufrido la injusticia. Dani Rodrick llama trilema político a la imposibilidad de conciliar globalización, democracia y soberanía. La respuesta a la estanflación de los 70 fue la apertura mundial (Nixon), la desregulación (Reagan y Thatcher), las privatizaciones. Menos Estado, peor Estado. De esos barros, estos lodos. Desigualdad extrema, como ha denunciado Piketty (El Capital en el siglo XXI). “Deberíamos detectar cuándo estamos siendo engañados y manipulados”. En los últimos 20 años, la inflación estadounidense ha rondado el 2%, la educación se ha encarecido un 80% y la salud un 120%.

En el tercero, Erin y Mark repasan la economía política para explicarnos cómo hemos llegado a la situación actual. Comparan el mercado laboral de EE UU, poco regulado, y el alemán, mucho más regulado y cualificado (FP). Y citan al historiador y sociólogo Karl Polanyi (La gran transformación, 1944), que explicó el paso del primer capitalismo al segundo, tras la IGM. Polanyi demostró que cuanto más se trata el salario como un coste a minimizar, mayor es la reacción social contra los mercados (cómo se “resolvió” la crisis de 2008 es buena muestra de ello). Keynes transformó la economía a través de la ley de Dinero x Velocidad de circulación = Precios x Cantidad. Si la V suele ser estable, la inflación provoca caída de la demanda (lo estamos viendo en la crisis actual). Consumo, Inversión, Gasto y Exportaciones netas configuran el Ingreso total de la población en una economía. Erin y Mark comparan lo que llaman “capitalismo 2.0”, de 1945 a 1980 (pleno empleo, parte del PIB de las rentas salariales en máximos y del capital en mínimos, mercados nacionales, sindicatos fuertes, bancos centrales débiles y legisladores fuertes) del “3.0”, a partir de 1980 (todo lo contrario). Capitalismo financiero que nos llevó a la burbuja, a la crisis de 2008 y se solucionó con deflación social: el 80% de los desfavorecidos pagó la locura del 1% de ricos.

En el cuarto diálogo, se centran en la ira que lleva a la ansiedad y al distrés, con dos factores estructurales: tecnología y envejecimiento. Una sociedad crecientemente envejecida e interconectada, pero alejada.

El quinto diálogo entre Erin Lonergan y Mark Blyth indaga soluciones creativas. Las propuestas individuales no funcionan en este mundo tan interconectado. Una política inteligente debe funcionar de una manera bien distinta a la actual, con simplicidad (que no simpleza) y claridad, de una forma transversal. Los autores proponen la creación de un Fondo Nacional de Riqueza (NWF) contra la desigualdad. Frente a la opinión favorable de los mercados por su dinámica y la burocracia pública, Blyth y Lonergan creen en las tesis de Mariana Mazzucatto del “Estado emprendedor”.
Postdata: ¿La pandemia ha atenuado el “Angrynomics” o la ha exacerbado? Mucho nos tememos que el Covid ha extremado el cabreo.
Un libro muy interesante el de Eric Lonergan y Mark Blyth, a quienes les agradezco la reflexión.
¿Qué nos espera para 2022? Veamos el último informe de la OCDE (Economic Outlook, diciembre de 2021). El que peor ha gestionado económicamente la pandemia. Caída del 10,8% del PIB en 2020, se espera un crecimiento del 5.5% en 2022 y del 3,8% en 2023 (claramente insuficiente). Rápida administración de las vacunas, desempleo persistente (el doble de la media europea), 27.000 M € en los PGE de 2022. 13,6% de desempleo en 2023, una tragedia. En su último número, The Economist sitúa a España, sobre los 23 países de la OCDE, en el nº 23, el último de la fila. Últimos en evolución del PIB, en ingresos familiares y en valor de las acciones. Fatal en inversión y en endeudamiento público. En los primeros puestos, Dinamarca (que gobierna Mette Frederiksen) y Suecia (que ha elegido a Magdalena Andersson como primera ministra).

¿La gran causa del desastre de gestión? La fragmentación. La UE debería haber actuado “todos a una” (unidos en la diversidad), como ha ocurrido comprando vacunas. En España, cada Comunidad Autónoma, con un tamaño medio de un par de millones de habitantes, ha hecho sus particulares restricciones desde la mezquindad de su pequeño poder (ni Alemania, Estado federal, se ha atrevido a tanto con sus lander). Un error de los partidos en el gobierno y en la oposición. Recordemos que la competencia más determinante para la empleabilidad es la cooperación (National Association of Colleges and Employers, 2015); no es lo que hemos visto precisamente en la gestión de la pandemia.
La canción de hoy, ‘Bury a friend’ de Billie Ellish